De hondo sentires


Soy la pluma virgen que llora su tinta en el desvelo de las memorias, cautivado por el éxtasis de haber cruzado el umbral del conocimiento del dolor al dejarme llevar por las alboradas del amor; y caigo presa de este oscuro abismo donde se oculta tu rostro, mientras me acosa la frialdad de tu ser; un hoyo de agonía que encierra mis sienes e inferna mis adentros. Y entre la desesperación que inunda mi cordura, tapo la salida que busco cavar bajo la oscuridad que cargan mis espaldas y tus atisbos que juzgan mi casto corazón.

Ya no respiro aire de paz, no oigo ni veo mi soñar; las flamas de tu recuerdo me queman vivo. Y aún vuelo con las alas rotas negando el dolor de las heridas abiertas que gritan por ti, consagrándome a cualesquiera que sean los caprichos de tu indolente alma mientras mi dignidad ruega fortaleza ante la debilidad de tu mirada.

Te he ofrecido más de lo que puedo anhelar en mis deseos soñadores, pero sigo siendo el mismo de ayer: una sombra buscando la pieza de un sentimiento; buscando iluminar con opacidad y hacer brillar más el sol con oscuridad; y por eso, solo te puedo ofrecer sombras. Por eso ahora sé que odiar es querer con rabia, y que mis quejidos solo me exhiben retorcidamente de agonía y dolor, escenificando cada gemido como un fascinante drama gótico.

Busqué como el eslabón de esta historia tesoros en ti. No encontré, y entre mofas llegué a esta conclusión: eres una decepción, eres igual que los demás, el relleno de un mundo que se hunde en su ignorancia; como cualquier otra mente sin visión; vacía, sin nada único que brille en ti, de belleza efímera; belleza efímera que incubó la obsesión de mi ser, belleza efímera que por la chispa de tus afectos avivó una fogata que yace en mí, un amor inmerecido y un apego irracional proveniente un corazón virgen.

Esperaba sencillez, sin tanta basura en mente, sin un corazón tan enfermizo y oscuro. Esperaba orden, luz. Aunque ya no diré adiós a los dolores, ni a las lágrimas ya secas que ahogan mi rostro, porque prefiero morir llorando la tinta negra que sale de mi alma a irme acobardado de vergüenza. Preferiría que mi cadáver, sentado y disecado, siguiera expresando lo que envenena mis adentros a que mis memorias carguen la deshonra de no haberme reconciliado con la derrota de no tenerte acorde a mis deseos. Prefiero seguir en mis desvelos, jugando al rol del obsesivo, apasionado con una fabula que nunca fue realidad, el que sobra en la misma historia; tan sobrante como el mismo trato entre nos que causa mis discordias.

Acepto que al final de todo no conocemos nuestras almas, desconocemos nuestros corazones, y fueron los momentos miserables los que significaron grandeza en mi interior; recuerdos de nada que rondan en mi ser consciente. Pero sobre todo, reconozco tu naturaleza: una representación viva de mi realidad, la faz de mi verdadero amor y razón de mi martirio; la musa idealizada a quien mis versos dedico y a quien solo con corazón en mano escribo.

A la efigie viva de quien agazapa mi ser interior


A la efigie viva de quien agazapa mi ser interior