Entre ella y tú


Apareció como a quien nadie a gritos llama pero quien en silencio se necesita, drogando mi cordura, haciéndome volar en sus estrellas opacando tu recuerdo, borrando tu rostro en mi consciente, seduciendo el deseo que mataste en mí.

Y ahora que llega, cierro esta historia que nunca fue tal. Y te pongo al final de mis líneas, para que tu nombre oculto en el final de esta satisfaga mi deseo de dejarte.

Ella me dice que tu rostro no es más que un álter ego, el disfraz de la realidad, la cara antagonista de una historia ficticia, y que pretendo aferrarme a ti como si fueras de aire. Mientras tú manipulas un sentimiento ilusorio, haciéndome vagar en el desierto del encierro.

Ella pretende saciar mi sed de tus labios amortiguando el deseo de amarte. Mientras tú seduces el dolor con el frío de tus abrazos.

Ella danza en mis sueños susurrando mis motivos de dejarte a la vez que se aleja como señuelo inalcanzable. Y tú me abofeteas queriéndome cada vez más con tu indiferencia indolente.

Tú te quejas a gritos cuando te reemplazo por quien cura las heridas que tú me dejaste. Ella es de todos, y la vez de nadie.

Ella vive en mis ojos, cuando estando contigo, me hablas con tu silencio. Tú, eres tan fiel y posesiva que te haces impertinente en todos nuestros encuentros.

Ella, a quien le entrego mis sentimientos; tú, quien nunca encontrarás mis brazos y afectos abiertos; tú, por quien una vez morí; y ella, por quien estoy renaciendo.

Mi sublevación emocional pudo más con tu iniquidad cuando pretendiste liderar a todos aquellos que no tienen participación alguna en nuestro fiel lazo marital. Y ella ahora es la corona que encierra la libertad que tú oscureciste, y por eso luz irradiará mis sentires y alas tomarán los corazones, llevados por las corrientes del amor que nunca ofreciste.

Y mi alma indaga la respuesta sobre la incógnita que dejaste en mi reflejo y tú rostro nunca reveló. ¿Cuál es la realidad que oculta todas las diferencias entre ella y tú? Tú eres mi soledad, y ella es mi pura fantasía.

¿Quién eres?


Ese ser


Aquel que ahora se asoma al espejo,
ventana de la prisión de mi realidad,
quien bien actúa como mi fiel reflejo
discordando mi visión e identidad.

Mostrando su cicatrizado corazón
en una coraza de encierro asfixiante;
ahogándose bajo su propia piel,
inhalando sus adentros delirantes.

Me delata perdido mi mismo reflejo:
vacío por fuera y agonizante por dentro;
débil a su presencia y frágil por el complejo
de sentirse perdido en su mismo reencuentro.

Busca dar vida e intenta comprender
a quien nunca se ha dado a conocer.
Falsos recuerdos; volando en ilusiones
de cómo sería entregar su querer.

Acompañando a su eterna soledad.
Definiendo su rostro por el corazón;
juzgando su aspecto en introspección
basándose en la esencia de su emoción.

Personificando un sentir llamándolo Ser
para justificar y excusar cualquier proceder;
tirar como una pluma el ancla de la culpa
a lo que al fin y al cabo es su mismo querer.

Temeroso de perder lo que no tiene y nunca tuvo,
gritaba a través de mi voz liberando su clamor
cuando en vida sufría confundiendo amor y dolor,
escondido furtivamente en las esquinas de mi interior.

Sus surgimientos solo lo llevan a averno.
Y siendo su cadáver, mi alma consterno.
Agonizando en el drama de mi yo interno;
gritando en la oscuridad de mi propio infierno.

Viviendo con alas de ilusiones
y disfrazado negando mi afligir,
para renacer como ave de fuego
de las cenizas de mi muerto sentir.

La expresión triunfante del reflejo ante mi fija mirada:
sonriendo dichoso con lágrimas de aborrecimiento,
mofándose del mero cadáver de sentimientos muertos;
ese ser que nunca llegó a ver la luz ni sentir el viento.

Ese ser que nunca llegó a ver la luz ni sentir el viento


Evocando tu rostro


De tu rostro bien ahora me acuerdo.
Porque aunque el presente opacaba,
y me hundía en el rincón de tus recuerdos,
mis sienes no daban con tu mirada.

Y juro por el cielo estar cuerdo,
pero así vivo desde el primer encuentro.
Cuando en mis memorias y tu voz me pierdo
y no hallo la senda a tus adentros.

Quizá sea un síntoma del amor,
el no recordar tus facciones,
y memorar como ayer tus besos
de esas inexistentes pasiones.

Quizá sea para sentir el dolor,
y una vez más perder la razón,
cuando me ahogo en todos los excesos
que ahora asedian mi corazón.

Retrato ficticio de lo etéreo, viva imagen soñada.
Tu rostro es solo eso, efigie de todos mis motivos;
un monolito en quien fijar inconsciente la mirada
para liberar escribiendo mis sentires cautivos.

De tu rostro bien ahora me acuerdo,
y juro por el cielo estar cuerdo.
Quizá sea un síntoma del amor
para sentir una vez más el dolor
cuando entre rimas mis venas muerdo.

Me hundo ahora en el rincón de tus recuerdos;
así por tu voz en mis versos me pierdo
y memoro como ayer tus besos,
ahogándome en todos los excesos
cantando afónico en mis adentros.

Una estela en las memorias aún vive,
un rostro cuya mirada me destruía.
Es ese algo que en ti habita, se esconde;
es la razón por la cual mi alma huía.

Ahora lo sé: tu rostro es una máscara,
bellas alas que bien cubren tu entero ser;
cubriendo toda la iniquidad que esconde
tu interior que vilmente apuñala mi piel.

Ese algo que sin temor mi ser enfrenta
para acabar al fin todas las fantasías;
curar al fin el veneno y sus dolencias
como cuando tu rostro aún no conocía.

Efigie


La huella de tus afectos


Etérea:

Con constancia viene a mí tu recuerdo,
aunque nunca espere su visita,
para regar la flor de por ti mi amor
que por ti a la larga se marchita.

Me niego en mis sueños a verte,
donde sin rostro te apareces
y de tu presencia huyo.
Me diagnostico la muerte
si tu ausencia no es mi fuerte
en este aposento tuyo.

Has dicho que es una maníaca enfermedad
el que me gustara sucumbir contigo
absorto en el encierro de mi oscuridad.
Pero esta ha sido siempre mi naturalidad,
y no es como tú habías afirmado,
que yo a loco y anómalo había parado,
sino que tú has perdido, y no te has ganado
que yo te declare mi amor con suavidad.

Me encierro a oscuras sin ti —y estando contigo—
para conversar con las lágrimas que brotan.
Dicen que mi rostro me delata confundido
porque me he convencido de que estás conmigo
y que solo ha sido el olvido de ti el que se ha ido;
y me han declarado perdido en mi derrota.

Cargo de mi confusión un amargo sabor
que en mí adentros sigue produciendo dolor,
pero entre todo esto no asimilo, y aún no sé,
si este tormento conmigo es odio o aún amor.

No quiero huir al sinfín para encontrarte nuevamente
sin haber saboreado este estado lo suficiente
como para creerme cuerdo y sentirme consciente
de que vivo por ti reprimido en un sueño herviente.

Efigie:

El cegado corazón se niega a entender
que tú no eres quien mi ser con afán busca,
y le regala como idiota su querer
a quien su alma desdichada más ofusca.

Insuflado por quien agoniza
por una fantasía de vida,
que cada día se profundiza
con la largura de su eterna ida,
este vive cantando como un cuerdo
cómo con la soñada al fin se topó;
no sabe que es un vago recuerdo
de algo que en realidad jamás sucedió.

Te maldices porque al fin abrir tu mente no quisiste,
y por no detenerte a meditar en tus adentros;
te maldices porque ni del dichoso amor aprendiste
cuando estuviste presente en todos nuestros encuentros.

Tú, por la genialidad de los sentires no querer abrazar,
y por encerrarte tan apáticamente en tu sucia ignorancia
para vivir en el inmundo deseo ilusorio y superficial,
caíste presa de lo que es y será la verdadera oscuridad;
y no verás la luz de conocer la auténtica felicidad.

Y mírate... Ahora te veo entre los demás;
ya has absorbido su caminar, buscas su andar.
No sé si el cambio fue desde un principio mi visión,
o si fue el resultado de nuestra resolución,
que te hace pensar que todos merecen tu amar.

En cambio, yo en éxtasis saltaré entre esos momentos,
memorando lo que fue al fin solo un falso sentimiento;
engañándome al reconocerte como la soñada,
por imaginarte como en realidad nunca fuiste;
realidad quimérica que acarreó mi tormento.

Sé que no solo tengo de ti estos sentires grises;
por eso es que te deseo el bien que nunca me diste,
y que puedas ser feliz como siempre lo quisiste:
mofándote del dolor de quienes ridiculices.

Y como siempre oigo de mi presente:
vivo absorto por ti en mi vida pasada.
Así es como dejas junto con la etérea
intachable en mi tu santa huella,
marcada por siempre en mi ser vorazmente:
escribir mis dolores e ilusiones
cuando no me esperaba tal ufanada.

Efigie/Etérea


Para un ser etéreo


Tan llena de poder y tan vacía de vida a la vez; tan vacía como el viento y tan poderosamente destructiva como un huracán en busca de una paz que no existe para sí. Que debió quemarse en el fuego del olvido una vez reconocida lo que esta es: veneno destructivo que carcome corazones cuando se luce galante y se apodera de la esencia de cada ser.

Y te aferras a mi existir sin dejarme ir, como si tu espíritu dependiera de la tristeza de tenerte a mi lado. Cruel fortuna, que aunque le otorgaras la fuerza a mi corazón para devorarte junto con sus pesares mediante escribir tu muerte simbólica, siempre le darías la espalda para que se estrellara con tu fría y cruel indiferencia. Porque estás presente y a la vez ausente; existes, pero no vives.

Y aunque los demás atiendan con genuino interés los hondos sentires, para estos seguirán siendo peso colateral innecesario en mi universo. Todos aquellos que no tienen parte alguna en nuestro simbólico lazo marital. Pues, lo que tú llamas una maldición, es en mí una bendición; aquello que llamas enfermedad, es mi naturaleza: distinción. Aunque busque seguir un modelo en otros, fracaso. Bendito sea mi dote.

Siempre imaginé que en nuestras crónicas los sentimientos serían aquellos inmolados sin esperanza que dan sus vidas sin emitir palabra alguna que afecte el desarrollo culminante de la historia. Pero tú eres la muda de corazón, no tienes voz que exprese lo que eres; y por eso, dejaré que sean estos sentimientos muertos quienes escriban tu fin; y que la vergüenza que implique reconocer quién en realidad eres nos acaezca a ambos.

De igual modo, de nada ahora valen conclusiones, pues allí vino ella a deslumbrar; la numen real, nacida de los sueños  y presagios; la anhelada fantasía.

Pero he de confesarte lo más triste,
y es ver los sentires dedicarse a escribirte.
Vivo dilema; tanto daño al fin hiciste,
que aún no sé si por este amor bendecirte,
o por todo el dolor más bien maldecirte.

Solapando el corazón ante verdades,
encarcelado en ellos me he habituado a vivir.
Esclavizante huella, insufrible sentir;
la vil adicción de aludirte al escribir.

A quien agazapa mi ser interior


A quien agazapa mi ser interior


De hondo sentires


Soy la pluma virgen que llora su tinta en el desvelo de las memorias, cautivado por el éxtasis de haber cruzado el umbral del conocimiento del dolor al dejarme llevar por las alboradas del amor; y caigo presa de este oscuro abismo donde se oculta tu rostro, mientras me acosa la frialdad de tu ser; un hoyo de agonía que encierra mis sienes e inferna mis adentros. Y entre la desesperación que inunda mi cordura, tapo la salida que busco cavar bajo la oscuridad que cargan mis espaldas y tus atisbos que juzgan mi casto corazón.

Ya no respiro aire de paz, no oigo ni veo mi soñar; las flamas de tu recuerdo me queman vivo. Y aún vuelo con las alas rotas negando el dolor de las heridas abiertas que gritan por ti, consagrándome a cualesquiera que sean los caprichos de tu indolente alma mientras mi dignidad ruega fortaleza ante la debilidad de tu mirada.

Te he ofrecido más de lo que puedo anhelar en mis deseos soñadores, pero sigo siendo el mismo de ayer: una sombra buscando la pieza de un sentimiento; buscando iluminar con opacidad y hacer brillar más el sol con oscuridad; y por eso, solo te puedo ofrecer sombras. Por eso ahora sé que odiar es querer con rabia, y que mis quejidos solo me exhiben retorcidamente de agonía y dolor, escenificando cada gemido como un fascinante drama gótico.

Busqué como el eslabón de esta historia tesoros en ti. No encontré, y entre mofas llegué a esta conclusión: eres una decepción, eres igual que los demás, el relleno de un mundo que se hunde en su ignorancia; como cualquier otra mente sin visión; vacía, sin nada único que brille en ti, de belleza efímera; belleza efímera que incubó la obsesión de mi ser, belleza efímera que por la chispa de tus afectos avivó una fogata que yace en mí, un amor inmerecido y un apego irracional proveniente un corazón virgen.

Esperaba sencillez, sin tanta basura en mente, sin un corazón tan enfermizo y oscuro. Esperaba orden, luz. Aunque ya no diré adiós a los dolores, ni a las lágrimas ya secas que ahogan mi rostro, porque prefiero morir llorando la tinta negra que sale de mi alma a irme acobardado de vergüenza. Preferiría que mi cadáver, sentado y disecado, siguiera expresando lo que envenena mis adentros a que mis memorias carguen la deshonra de no haberme reconciliado con la derrota de no tenerte acorde a mis deseos. Prefiero seguir en mis desvelos, jugando al rol del obsesivo, apasionado con una fabula que nunca fue realidad, el que sobra en la misma historia; tan sobrante como el mismo trato entre nos que causa mis discordias.

Acepto que al final de todo no conocemos nuestras almas, desconocemos nuestros corazones, y fueron los momentos miserables los que significaron grandeza en mi interior; recuerdos de nada que rondan en mi ser consciente. Pero sobre todo, reconozco tu naturaleza: una representación viva de mi realidad, la faz de mi verdadero amor y razón de mi martirio; la musa idealizada a quien mis versos dedico y a quien solo con corazón en mano escribo.

A la efigie viva de quien agazapa mi ser interior


A la efigie viva de quien agazapa mi ser interior