Cierre de una historia inconclusa


Algún día poseerás la esencia de ese amor de la que una vez te ufanaste. Y mientras te fustigue, reiré en mi trono con las voces quimeristas que he formado en mi mente, deseándote el dolor con que el me llevaste a crearlas. Desearía que te acordaras de nuestra historia que nunca fue, porque cargarás con el ancla el cual me obligaste a llevar con el veneno de tu indiferencia.

Más que masoquismo, esta atracción obsesiva es una victoria sobre el aguante que han creado estas heridas abiertas, porque mírame, estoy vivo... a pesar de sentir lo de ayer.

Ahora ni las más profundas cartas que puedan expresar mis lágrimas reflejan el dolor que hemos causado. Perderte en esta ruina ha desenmascarado tu ser junto con todo el afecto que una vez me confesaste. Erigiste una barrera impenetrable hacia cualquier acción punzocortante que desangrara mi corazón. Ahora lloro por mí, no por ti; lloro sobre los hombros de mi soledad… por la soledad; por el resultado de esta historia que nunca fue la fábula ficticia que cree en mi mente.

Me mofo de ti porque luchas por recobrarme, tentando el resplandor que ha nacido de mi presagio, arrebatando a quien ahora pertenezco: una fantasía de mis sueños hecha realidad y a quien mi corazón con alma entrego. He deseado aprender a amar y no por ti; es a quien yo en mis sueños una vez conocí, y quien por ti, engañado, le escribí, porque tu imborrable huella aún sigue en mí. Es la musa de mis imborrables fantasías, cuya ausencia tejió un sentimiento que nunca debió desarrollarse hacia tu persona. Por eso ahora te dejo ir a la tumba que te tengo reservada en mi olvido. Descansa en paz.


Dolor ahogado de un cobarde


Con mis cartas en tus manos te veía,
hablando de mis versos a mis espaldas,
con una descarga enfocada en mi palabras
que solo descerebradas atendían;
con una ira idealizada enfermiza
por el que solo un idiota moriría.

Aun así, como con viva y alta voz,
y con ánimos de que escuchara,
lo que no podías por falta de valor
acercarte y decírmelo a la cara.

Podrían parecerte joviales estas líneas,
y quizá sea lo más ridículo que leas de mí,
pero mírate, me es irresistible no comentar
todas las altercaciones que he causado en ti.

Teniendo el furor para enfrentarte,
en los cuarteles de tu escondrijo
ni en tus recintos logré encontrarte.
Y ya que te has ido dejando tu estela,
esa ardiente llama se ha apagado
esperándote ferviente en la hoguera,
cuando su intención era chamuscarte.

Solo me queda el desparramo de cenizas
de aquel fulguroso fuego que por ti ardía.
Y entre reflexiones me niego en reconocer
lo que entre esta discordia nos podíamos hacer
si yo con este valor tan cobarde te buscara
y tú a mí con tu ira descerebrada me encontraras
al final de todo este dramático desdén.


Amor ahogado de un irresoluto


La chispa de tus afectos encendió una fogata eterna
que apresaba mis sentidos y esclavizaba mi cordura;
fuego que nació de leña virgen que esperaba arder
desde los recintos de mi ser que encierran mi locura.

Agonizante, gritaba desde mis adentros,
esperando tu respuesta que nunca llegaría;
figurándome toda una vida de tormento
si mi voz por dicho fuego nunca escucharías.

Encarcelaba bajo mi semblante mundos que tú creaste
en mi corazón con tus caricias de insinuante inocencia;
sentimiento que rasgaba mi piel con puro salvajismo,
buscando apresar tu atención y vivir de tu bendita esencia;
sentimiento necio y posesivo que buscaba por siempre
esclavizar tu corazón y tragar tu libertad de sentir
para marcar nuestra historia sin fin como condena y sentencia.

Decidido, te soltaría a la bestia junto con sus deseos
para saciar su ansia de consuelo y dominarte desde adentro.
Por el sendero caminaba inerte con voces en mi mente
que susurraban las palabras que te diría en nuestro encuentro.

Envolventes voces de mis sueños que persuadían mi cordura;
formando argumentos apasionantes que atraparían tu atención.
Me entregué a ellas, acallando cualquier grito que hacia mi conciencia,
convenciéndome del poder de su dominio sobre el corazón.

Y al fin, firme ante ti, las quimeras de mi bestia se fueron;
y serené mi espíritu con la caricia de tu mirada.
Así olvidé todos los sentires que me llevaron a ti
...Y tú ahí, a la expectativa de algo con tu presencia callada.

Vacilante pero apoyado por el "yo" en tus ojos que me observaba,
apacigüé los palmitos de mi corazón ahogado en angustia.
Me gusta pensar que nuestras miradas se besaron en un instante
mientras obviábamos como nos rodeaba la lluvia mustia.

Hora tardía. Lágrimas de nubes que empapaban mi semblante.
Con el valor de un cobarde podía contra el mundo en esos instantes
y describirte los matices que fuiste dibujando en mi alma
haciéndome esclavo de mis adentros mientras moría delirante.

Por unos segundos me sentí libre de mí mismo, pero me engañé.
La verdad es que me autoflagelaba en lo más recóndito de mi ser,
obligándome a confesar lo que siempre por temor te oculté.
Pero esta vez el miedo pudo más... Y al fin por siempre mis sentires callé.

Fin… Ese es el fin de una historia que nunca lo fue.
Ahora rasgo la piel de la fiera que siempre entrañé,
y vivo mártir dentro ella como Jonás en el pez.
Vivo negando un sentimiento que nunca liberé,
porque luego cuando te busqué solo encontré tu revés.

Vivo gritando en el interior de mis hondos sentires,
estancado en el tiempo en el que no liberé a la bestia.
Me he condenado a vivir en mi propio encierro a oscuras
de nunca haber visto la luz de tus besos y dulzura.

A ti llegaron mis cartas describiéndote mis lamentos,
esperanzado a que interpretaras por ti mis adentros.
Me pregunto desde de la bestia que yo mismo he creado
cuándo vendrás a buscarme en este recinto entrañado.

Ahora lucho por mantener la cordura dentro de mi realidad,
describiéndote mi ahogado amor en la agonía de mi soledad;
sentimiento que mis temores nunca dejaron que se abriera al cielo;
una historia que terminó antes de comenzar, apresando todo anhelo.

Grito en el interior de mis hondos sentires, luchando por mantener la cordura dentro de mi realidad